se acerca a mi. se aleja. me deja una mirada perdida como anzuelo. yo respondo a sus guiños de manera torpe pero delicada. mi indiferencia no es fingida: es enfermiza.
recuerdo que hace tiempo solia pensar...
-no se que iba a decir, pero era un buen comienzo-
en fin, "ahora ya no pienso más", como decía atahualpa.
acabemos con esto.
mi sonrisa -mitad mueca- es un cocktail explosivo. hecha con el descaro del libertino y desazonada con el orgullo del desprecio.
me encuentro allí de pie, entre dos butacas, una mano en la barra y la otra en el cuello de una checa -cerveza, claro-. ella charla con todos, bebe, ríe, me da conversación. le pregunto algo estúpido, como si me importara lo que pudiera responder. desempeño mi papel de manera mecánica, haciendo gala de mi savoir-faire de putito simpático -ligón de medio pelo-.
uy, que tarde. son las 4. ya estoy deseando oir esa canción de los decemberists mientras piloto ebrio de vuelta a casa. cogeré el camino largo -por la carretera vieja-, que además es más bonito. esta noche no habrá estrellas, pero podré ver esa luz blanchâtre que tanto me gusta empapando las nubes.
y no pienso pensar en nada.